Un paseo por Princes Street Gardens



Desde el cristal del Pret-a-manger de Princes Street donde estabamos desayunando, vi una enorme cruz celta alzándose al lado de la iglesia de St. Cuthbert.
Era un día lluvioso, y las gotas en el cristal distorsionaban la imagen de la iglesia en caprichosas formas.
Nos aventuramos a cruzar la calle, era temprano pero la puerta ya estaba abierta y el patio exterior, con su cuidadoso jardín, nos dio una cálida bienvenida.

Era inevitable pararse a tomar fotografías. Éstos lugares tienen algo mágico e incluso romántico difícil de definir. Con sus piedras, vidrieras, sus lápidas ornamentadas y enredaderas forman un conjunto en el que da la sensación que vayan a aparecer dos amantes esperando un trágico destino.
Como una mera observadora, caminé por el lugar donde descansan cientos de personas, entre ellos personajes ilustres como John Naprer (¿ recordáis los logaritmos neperianos?), George Kemp (quien diseñó el monumento a Scott) y el escritor inglés Thomas de Quincey (que escribió "Confessions of an english opium eater").



Deteniéndonos cada pocos pasos, intentamos descifrar los nombres escritos en las lápidas, ya borrados por el tiempo y contemplamos a lo lejos el imponente Castillo de Edimburgo.
Éste cementerio fue, originalmente conocido como "Bairns ´Knowe" (colina de los niños), ya que albergaba enterramientos infantiles. También fue famoso, durante el s. XVIII por el masivo robo de cadáveres que tuvo lugar de mano de Bake y Hare.
La iglesia presbiteriana fue la iglesia más visitada por los burgueses que se trasladaron a la New Town y fue tan solicitado el uso de su camposanto, que desde el s.XVIII al XIX se ampliaría tal y como lo conocemos ahora.


Después de caminar por los caminos de tierra y despedirnos de los silenciosos habitantes del St. Cuthbert Cemetery, respiramos hondo al llegar a los bonitos jardines de Princes Street. Se trata de un recorrido de 1,6 km. El jardín fue creado en 1820 para drenar el North Loch que atravesaba la ciudad y servia como defensa natural por su ubicación bajo el Castillo de Edimburgo. Hoy en día son los jardines que separan la Ciudad Vieja (Old Town) de la ciudad nueva (New Town) y se trata de un tranquilo paseo flanqueado por bancos de madera y árboles centenarios.
En pocos minutos nos topamos con la Fuente de Ross, de año 1872. No pude resistirme a pararme a contemplarla, recientemente restaurada, y a hacer la icónica foto con el Castillo de fondo.


Las hojas comenzaban a caer de los árboles, señal de que el verano llega a su fin, y el verde de los jardines se cubría con pequeñas motas ocres, marrones y rojizas. Seguimos paseando a la sombra del castillo, dejando a un lado monumentos tan imponentes como la estatua de Thomas Guthrie, el Royal Scots Grey Monument y el precioso Reloj Floral, que cambian cada estación, adaptándolo a las flores que predominan en cada temporada.



Llegados casi al final del paseo, nos encontramos con el espectacular monumento al escritor Sir Walter Scott, el mayor monumento dedicado a un escritor. No importa el ángulo desde el que lo mirase, la vista no me alcanzaba a abarcar toda su magnitud, de estilo gótico también es un mirador donde obtener unas privilegiadas vistas de la ciudad.
Subir al Scott Monument es todo un regalo a la vista ya que desde su punto más alto puedes contemplar la imposible arquitectura de la Old Town, con sus casas superpuestas prácticamente una encima de otra, el manto verde del jardín de Princes Street y el órden arquitectónico de la New Town.




Aquí terminó nuestro recorrido desde la Iglesia de St. Cuthbert hasta el puente de Waverley.
Hicimos un alto en uno de los populares Costa para pedir un English Breakfast para llevar. Nos aventuramos a cruzar el puente Waverley, donde la Old Town nos estaba esperando con los brazos abiertos, pero eso ya te lo cuento otro día !

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